Políticamente corrector (de estilete)

jueves, 1 de diciembre de 2011

Polémica sobre «Orsai» (30/11/2011)


Más allá de juicios y prejuicios, creo que la apuesta de Hernán Casciari con Orsai —sumada al hecho de haber «pateado el tablero»— nos invita a repensar las particulares lógicas con las que se maneja el mundo editorial tradicional en el contexto del descomunal cambio de paradigma que se está produciendo con la irrupción de Internet y los nuevos soportes digitales.
Evidentemente, el «Caso Orsai» suscita tantos admiradores como detractores porque pone sobre el tapete el replanteo de un negocio que ha permanecido casi inalterable por muchas décadas, a pesar de las quejas más o menos solapadas de tantos de nosotros. En muchos casos quejas cobardes, anónimas, por miedo a perder el trabajo, los clientes, las colaboraciones, los subsidios. Es comprensible.
En ese contexto (y con esa lógica) entiendo que hay que analizar la apuesta de Casciari, que ha hecho una renuncia muy valiente, máxime cuando no es precisamente hijo de aristócratas y deberá generar ingresos para darle de comer sus hijos, triunfe o no su proyecto a largo plazo. Él sabe que pocos le darán trabajo si intenta volver a publicar o escribir en los medios a los que renunció enfática y públicamente.
¿Quién de nosotros tiene el talento, la voluntad y el coraje de renunciar al lugar que ocupaba Hernán Casciari? Me atrevo a decir que muy pocos de nosotros, incluso un porcentaje menor que el que las editoriales le dan a los autores de sus libros. El revuelo provocado por Orsai me parece muy sustancial, sano, en un momento en el que ese debate se torna fundamental para el futuro del mundo editorial, léase para el futuro profesional de muchos de nosotros. Debería ayudarnos, a todos, a mirarnos al espejo y luchar para que los profesionales de la cadena de valor del libro intentemos replantear nuestro rol, nuestro «valor» (simbólico y económico) dentro del largo, complejo y apasionante proceso que culmina en un libro bien editado.
Concluyendo, creo que la zozobra que provoca el «Caso Orsai» va mucho más allá del propio caso puntual, es más subterránea que superficial y cunde en cada uno de nosotros. Allí radica su fuerza. Bien gestionado puedo provocar una mejora en el ecosistema editorial a mediano y largo plazo si la enorme difusión de Orsai logra que todos debatamos con franqueza cómo estamos y cómo queremos estar, cómo trabajamos y cómo creemos que deberíamos hacerlo a partir de hoy. Tal vez esto sea el principio de algo. Aunque no lo parezca, debemos usar la inteligencia colectiva para generar una sinergia que nos permita mejorar, sin generar «bandos», sino alternativas para el mundo editorial del siglo XXI. El futuro ya llegó y las rotativas no van a parar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario