Políticamente corrector (de estilete)

viernes, 11 de septiembre de 2009

Antonio María Ávila (FGEE)

El 3 de julio de 2009 Antonio María Ávila (director ejecutivo de la Federación de Gremios de Editores de España, FGEE) declara públicamente durante la presentación del «Estudio de Comercio del Libro»«La situación es catastrófica».

Al fin un comentario del establishment que parece haber retomado contacto con el planeta Tierra y no seguir hablando de «fantasías animadas».

Curiosamente, pasaron de hablar de «crecimiento» a «desastre». Lo que más irrita es que ciertos editores y altos cargos del mundillo editorial creen que el resto de actores del mecanismo que producimos la «magia» de que un manuscrito acabe siendo libro somos analfabetos, estamos desinformados o dispuestos a esclavizarnos para su provecho.

El mundo editorial necesita una profunda y urgente reestructuración, ese debería ser el titular de las noticias sectoriales. Y luego, la «bajada» debería rezar, para hacer honor a la verdad: «Los editores hace años que someten a sus colaboradores externos» a condiciones inmorales de trabajo, precios y condiciones de pago. Ahora es la hora de que los propios editores hagan lo propio con sus sueldos y los de sus altos cargos, que se han beneficiado durante décadas haciendo recaer en los colaboradores externos todas las crisis.

Hay que hacer autocrítica y bajar al menos un poco los niveles de hipocresía, ya no hay quien crea lo que dicen los grandes grupos editoriales cuando opinan sobre el mercado editorial.

Hay que replantar el modelo de negocio, empezando por buscar alternativas al pingüe negocio de los distribuidores y uniendo a los pequeños editores y librerías, que ven como cada día se prostituye y se manipula más y más para lograr acaparar espacio y poder, privando al lector de conocer libros de calidad por «comprar» escaparates a través de mayores descuentos y otras estrategias no muy éticas.

Hay demasiados libros, sí, pero hay demasiado pocos grupos editores que manejan medio centenar de «marketing-sellers», muchos de ellos absolutamente artificiales, que impiden que el lector conozca y consiga libros de verdadera calidad. 

Es una vergüenza que haya que recorrer media ciudad de Barcelona o Madrid para conseguir un ejemplar (estropeado) de autores auténticos, de «long-sellers», como me ha pasado con los libros «Voces encontradas» y «Voces abandonadas», ambos del ítalo-argentino Antonio Porchia, que tiene editadas dichas obras en la editorial valenciana Pre-Textos, pero son inhallables en las cinco principales librerías de Barcelona. Una vergüenza.


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