Políticamente corrector (de estilete)

viernes, 20 de noviembre de 2009

El insulto en español (diccionario).

El insulto en español, de la A a la Z.

Forro. Profiláctico. Boludo, pelotudo. ¿Idolo o forro? Antonio Gasalla llevó la cuestión a la televisión argentina en los 90 y puso la palabra en boca de todos. “El Diccionario de la Injuria” demandó cuatro años de investigación. Sus autores sostienen que bajo el insulto se encuentran claves del lenguaje. Zonzo, poco diestro, torpe. Abombado, alcaucil, bambaco, bobalicón, bobeti. Gil, bah. En el arte del insulto las posibilidades son casi infinitas. De ahí que para algunos sea más fácil decir “zapallo” o “nabo", otros opten por un más almacenero “salame", y haya quienes consideren un mamerto al que para decir “tonto” elija “zanahoria".

¿Confunde? Para resolver esas y muchas otras dudas, y con un objetivo tan antropológico como didáctico, Sergio Bufano (periodista) y Jorge Perednik (poeta) reunieron todas estas opciones en su flamante “Diccionario de la Injuria", de editorial Losada, que estará en las librerías a partir de la próxima semana. Editado en Argentina, es el primer diccionario de este tipo y compila la mayor parte de insultos argentinos y latinoamericanos, además de los españoles que son los que más frecuentemente aparecen en los diccionarios.

“La carga extra de goce de estas palabras lleva a aumentar su producción, pero el mismo goce de esta producción, en su necesidad de satisfacerse, deja atrás innumerables palabras para seguir fabricando otras", explica Bufano.

Semejante relevamiento les llevó cuatro años y casi 300 páginas de recopilación, información e intercambio con hispanohablantes de España y América.

“Lo que más me sorprendió es la riqueza y creatividad de los insultos en otros países de América latina", cuenta Bufano. “Nosotros, los argentinos, pareciéramos habernos quedado más con el insulto que alude a lo sexual o a la madre, pero me pareció muy divertido que los mexicanos usen la expresión gustador de arroz con popote (sorbete)’ para decir que un hombre es homosexual".

Cabe, sin embargo, señalar en defensa de los argentinos que los mexicanos le dan a la palabra “chingada"— que en principio quiere decir tener relaciones sexuales— más de 100 significados diferentes según como se aplique. Y que hay en nuestro acervo insultos geniales como el de “ñoqui” (por el que llega el 29 de cada mes sólo a cobrar) o “kolynos” (para quien le faltan todos los dientes) que se destacan de la más común alusión a los órganos sexuales, el color de la piel, la religión o el ancho de las caderas.

Además de otros que por algún motivo nos impiden entendernos bien con otros latinoamericanos (¿como se explica que acá “perro” sea alguien malo o un jugador de fútbol con pocas habilidades y en Perú aluda a quien tiene mal olor en los pies?).

Para Jorge Perednik, en tanto, el insulto es un momento importante en nuestra cultura porque “a través de él se produce un desvío de la violencia física hacia la verbal, lo que produce un ejercicio dialéctico del enfrentamiento y es positivo al menos en términos de la salud y la especie". “Lo complicado —continúa Bufano— es cuando un grupo opta por utilizar siempre la misma palabra para decir muchas cosas diferentes. Que es lo que les pasa a muchos argentinos con la palabra boludo".

Ya sea que haga referencia a la opción sexual, la nacionalidad, la etnia, el coeficiente intelectual o las características físicas, la realidad es que la injuria que Jorge Luis Borges elevó al nivel de arte y Bufano y Perednik consideran demasiado efectista como para serlo habla tanto de quien insulta como de quien es insultado.

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