Políticamente corrector (de estilete)

miércoles, 12 de agosto de 2009

El «barco ebrio» editorial avanza sin Rimbaud

¿Crisis? El mundillo editorial, comenzando por sus «prestigiosos grandes editores» y por sus «codiciosos editores grandes» debería cogerse por sus propios fundillos y hacer un autoexamen de conciencia para deslindar responsabilidades y culpas. Echar las culpas a otros es fácil y acrítico, pero si le echamos la culpa a la metástasis del cáncer que invade nuestras entrañas, al que devoran por dentro es a nuestro cuerpo, de todos modos.

El problema es de fondo y forma, en ese orden. Lo saben casi todos los popes, pero casi todos piensan «más adelante veremos, por ahora vamos tirando así», y está llegando el día en que el barco ebrio de la industria editorial va sin rumbo, perdiendo calidad en pos de una cantidad que ahora ni siquiera es tal.

Ahora no crece ni siquiera a costa de la metástasis de los «best-sellers», el gran error que cometieron los grandes a sabiendas de que ese modo de crecer era falso, perjudicial para la salud del ecosistema editorial y más temprano que tarde se volvería un arma de doble filo.

Ha llegado la hora de los héroes. ¿Voluntarios? Ya nos hicieron voluntarios a la fuerza a todos los colaboradores externos durante la última década. ¿Mostrarán los altos cargos al menos cierto grado de compromiso, valentía e iniciativa? Los «agoreros» les vienen avisando hace años sobre lo que está pasando.

¿Seguirán mirando para otro sitio esperando que aparezcan nuevos Harrys Potter, Stiegs Larsson o Hennings Mankell para tapar la realidad de un modelo que hace aguas por todos lados? ¿Seguirán los capitanes mirando la popa del barco ebrio editorial mientras el iceberg se acerca a la proa del Titanic?

Los manotazos de ahogado sirven para situaciones de emergencia, pero no se los puede transformar en un «modus vivendi», esperando que la tecnología o los «Illuminati» vengan a rescatar una industria desfasada que sigue pensando con criterios egoístas y antediluvianos, que si cambia sólo es para quitar presupuesto a la edición del libro y añadírselo al Departamento de Márketing. Eso no es edición, eso es territorio para el señor Philip Kotler...

«Editores», un poco de amor propio y de humildad, miren a su alrededor, observen cómo funciona el grupo de profesionales que pululan frenéticamente a vuestro alrededor para que el libro persista siendo un «bien simbólico» y no quede castrado simplemente a un «envase simbólico», a un esbelto packaging vacío de calidad y contenidos.

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